Si la arena borra los recuerdos, que venga una tormenta de arena y se lo lleve todo.
Caigo en el hoyo de mi desgracia al pisar el cielo estrellado.
Me hundo en la oscuridad amarga de la sonrisa lejana que late en el infinito.
Instinto traicionero que confía en la ternura aterciopelada, vuela alto y sin descanso hasta alcanzar el Sol. Y llévate contigo esa trituradora voraz que acuchilla cada milímetro de mi alma.
Déjame respirar ese aire puro de la montaña, que me hace revivir con cada inhalación, que me transporta en un viaje exprés lleno de olor a vida.
Déjame surcar el cielo, envuelto en papel de nube, atravesar las estrellas con casco de firmamento.
Déjame hablarle al agua sin mostrarme ningún reflejo, conspirar con la Luna a plena luz del día, y contemplar el espacio desde cuatro paredes sin ventanas.
Quiero oír el rugido de un león desde lo profundo de su estómago, conquistar un castillo de arena y besar el viento enfurecido que arrasa casas y carreteras. Lanzarme desde lo más alto y atravesar la Tierra hasta su corazón, para recoger en mis manos el fuego que sostiene las calles.
Si hoy no regreso, no me esperes, perdí el tren de regreso y fue el único transporte que encontré.
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