Pasos acelerados en la penumbra de las calles.
Un revólver en la mano derecha y
una mujer que no debía estar allá.
Sólo se alumbró la calle un instante,
cuando el revólver sonó,
y su belleza en la oscuridad
desaparecía en la fría noche.
Las luces siguieron prendidas,
ningún ruido más se oyó,
y el bandido escapó,
con un muerto más a sus espaldas.
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