Como atravesar el interior de un volcán en erupción, es heroica la batalla que se libra en mi cabeza.
Rendir cuentas al diablo, o permanecer insensible ante el paso de los años que no perdonan.
El pasado persigue al más noble guerrero y allá donde te escondas te encontrará, para recordarte el sufrimiento de las batallas libradas donde gente perdió la vida, donde aun aullan las almas de los caídos en combate.
Es eterna la proeza del guerrero, pues una vez terminada la guerra, no termina el descanso, jamás llega. Una por una las imágenes de esa guerra chocan con el mundo real produciendo shocks cerebrales de milésimas de segundo, pero que duran por siempre, pues lo que se vivió allá no se borrará nunca en los ojos de la gente que aun tiene corazón.
Pobre del guerrero que olvida, pues ese ya perdió su corazón y sólo la más cruel locura atormentará sus pensamientos día y noche hasta que su triste vida encuentre un final macabro.
Fuerza y coraje son siempre los elementos necesarios para continuar. Pero ni Dios ni ninguna Iglesia dan esas cualidades tan escasas en la naturaleza humana.
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