sábado, 23 de marzo de 2013

Subí a lo alto de la colina,. Durante el ascenso, el viento sacudía mis mejillas como queriendo advertirme que detuviera mi paso. Pero no le hice caso al viento, ¿porqué detenerme si no es lo que quiero? ¿Porqué detenerme después de haber caminado tanto? Sería en vano todo lo recorrido hasta ahora, y perdería toda la razón de que esté aquí, pensé.

Por eso subí hasta la cima. Allí me senté y estuve meditando largo y tendido. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer? Conversaciones, sentiemientos, deseos, sueños, utopías incandescentes, peligros, advertencias, canciones, sonrisas, gritos, disparos... todo daba vueltas en mi cabeza. Casi sentía que mi cuerpo se elevaba, debido a la gran velocidad con la que chocaban una y otra vez todos esos pensamientos en mi interior.

Cualquier paso atrás era sinónimo de rendirse, de tirar la toalla, abandonar la pelea, sucumbir ante la presión, desertar, traicionar a la patria, deshonrar a la familia, hundir mi orgullo, escupirlo y pisarlo sin compasión alguna... y eso no era una opción válida para mí. NO. RETROCEDER NUNCA, RENDIRSE JAMÁS, eso quedó grabado en aquel combate con derrota semi amarga....


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